Vamos a por la siguiente entrada que escribo con un
poco de miedo porque no quiero que haya malentendidos. Yo adoro a mi peque, la
quiero, la requiero y la vuelvo a requerer. Deseo que tenga una vida llena de
felicidad y espero ser partícipe de muchas de sus alegrías. Solo de pensar que
gracias a que yo un día conocí a su papi hay una persona más en el mundo con el
libro de su vida recién abierto, me emociono.
Ahora
bien, esto no está siendo fácil. Quizás me encuentra mayor, o más cansada, o
soy lo peor, pero cuando la gente se acerca a ver a la niña y advierten que es
muy pequeña, casi todos me dicen algo que a mí me chirría:
—Disfruta.
Y no
es que me chirríe, es que hasta me preocupa, porque disfrutar, disfrutar...
pues no. ¿Soy mala madre? Eso me hace sentir.
Y lo
hablo con su padre y se encuentra en la misma posición que yo... ¿disfrutar?
Probablemente
la película cambie mucho dependiendo del bebé; si tienes la suerte de que te toque
un setito que come, duerme, hace caca sin problemas y no sabe llorar, igual sí;
pero no es nuestro caso.
Vivimos
con tensión porque la peque es muy "irritable" o
"rabioseta". No se la puede cambiar el pañal porque llora a gritos,
ni bañar, si la cambias de postura cuando se te duerme el brazo pero ella
estaba tan a gusto se priva de lo que llora. A medida que avanza la tarde
comienzo a padecer sudores fríos porque se acerca la noche y el posible festival
de berridos.
Y como
me gusta analizarlo todo, me pregunto a mí misma qué es lo que sucede para que disfrutar
no sea el verbo que hoy por hoy escogería, ¿cuál es el problema? Pues creo que me
anticipo continuamente a los momentos de impotencia y llantos y no disfruto de
cuando está tranquilita porque pienso que lo va a dejar de estar al siguiente
minuto, (como nos ocurre muchas veces, su cero a cien ya lo quisiera Fernando
Alonso).
Si a eso le añades el dormir tan mal, la
perdida de neuronas a un ritmo preocupante, el dolor de espalda de tenerla tomada
en brazos para calmarla, el del pecho por la lactancia y la ausencia total de
tiempo para una misma... ¿disfrutar?
Pero...
¿soy yo la única? No lo creo, de verdad que no. Lo que sí que creo es que a
medida que pasan los meses los padres sufren una especie de amnesia selectiva y
solo recuerdan lo bueno, olvidándose de los quebraderos de cabeza, el cansancio,
las dudas y los cólicos.
Una
amiga me dijo que la maternidad abre la puerta de todos tus fantasmas y le doy
la razón. Por lo menos la mía está entre abierta y escribo este blog para
mandarlos muy muy lejos con mi desahogos.
Esta semana he estado en mi pueblo y se han
acercado varias mamás para decirme que me leen: muchas gracias Villarejo del
Valle por seguirme y publicitarme. Muchos de ellos ya han escuchado a Eire
llorar y han alucinado. Es que si la oyerais... Cuando lo cuento la gente me
dice, ¡qué exagerada, eso es que estás muy nerviosa!... pero cuando la ven
todos comienzan a opinar y a llenarte la cabeza de posibles dolores porque "ese
llanto no es normal".
Espero que en la siguiente entrada la cosa esté
más tranquila y os pueda contar que ha llegado el disfrute, no sabéis cuanto lo
espero; mientras, seguiremos visitando a osteópatas, pediatras, expertos y todo
el que se me cruce para ver si dan con la tecla de porqué mi pequeña se pasa el
día apretando y haciendo ruiditos.
Aprovecho
esta entrada para informaros de que mi próximo libro Si tiene que ser, sale el
tres de octubre. Que es un libro muy especial y siempre con ese toque diferente
(o eso intento) y que me gustaría que lo leyerais porque no me da la economía para tanto especialista. Recordad: tres de octubre. Os prometo que os gustará.
Lo sé.
Muchos
besos.
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