Soy mamá

Soy mamá

viernes, 12 de agosto de 2016

VISITEANDO

Ni que no lo hubiera escuchado nunca... mira que me lo han dicho:
         —Las visitas en el hospital se hacen muy cansadas...
         Pero yo, incrédula, decía:
         «Pues yo prefiero en el hospi que en casa, así puedo estar más tranquila en mi hogar sin tener que pensar en recoger».
         ¿Me tengo que comer mis palabras? Quizás sí.
         ¿Por qué?
         Porque se me olvidaba cuando imaginaba las visitas en el hospital que yo iba a estar hecha unos zorros, sin poder moverme, iniciando la lactancia, con grietas en pezones (con lo que odio esta palabra y últimamente es la que más pronuncio), con la ingurgitación por todo lo alto y sin poder encontrar momentos para masajearme, sin duchar, con más sueño que Carracuca (que desconozco porqué tenía tanto sueño pero me da que algo tendrá que ver), en fin, cansadísima.
         Queridos amigos y familiares que vinisteis, os lo agradezco, no penséis que no. Yo he hecho lo mismo en otras ocasiones. Agradezco a todo aquel que vino a conocer a la pequeña Eire, es una alegría, pero mi propósito en este blog es contar aquello que hace la maternidad tan dura sin pelos en la lengua. Estoy harta de escuchar que los primeros meses son muy difíciles, pues yo quiero desengranarlos.
         Algo que se me hacía muy violento era sacarme el pecho delante de todas las visitas, a veces sí que dije que saliesen un momento, pero otras no, por pereza o por no generar mal rollo. Y otro momento incómodo es cuando la gente se te acerca cuando le estás dando la teta y le hace carantoñas al bebé... Vamos a ver... si hasta ese día nunca te había enseñado los cocos, ¿qué ha cambiado? Sigo siendo Irene, con un bebé, pero Irene, aléjate un poquito que según tengo los cocos te crees que es la barriguita del bebé y me estás acariciando a mí y está feo.
         Insisto en que cada persona que vino a vernos lo hizo de buena fe y yo disfrutaba de ver sus caras y de su compañía pero es cierto que estás muy cansada y que lo que más deseas es estar tranquilita con tu marido y tu hijo para empezar a ubicarte, ahora me doy cuenta... ¡pues no habré hecho yo visitas al hospital! Aunque he de reconocer que hubo momentos en que nos faltó cantar "Ha venido hasta la abuela en pareoooo".



         Cuando nació Eire a mí me bajaron a la Rea porque mi cesárea era complicada y tardé seis horas en volver, pues bien, las primeras cuatro horas Eire estuvo piel con piel con Dimas y de ahí pasó al famoso "de brazo en brazo". Y no termino de verlo claro, perdonadme, pero que mi hija haya conocido a otros antes que a mí se me hace un poco triste (esto es cuestión de hormonas, fijo, pero es lo que ahora siento).
         En casa hemos filtrado las visitas, excepto los primeros días que los abuelos se turnaban y se pasaban el relevo, (y nos traían tupper que es lo mejor que te pueden hacer), no ha habido grandes aglomeraciones. Todos están siendo muy prudentes y nos avisan entendiendo que estamos hasta arriba.   
         Entonces,
         A las futuras mamás:
         No sé qué deciros, solo que contéis que no vais a estar en pleno rendimiento, pero en casa tampoco. Ignoro qué es mejor. Yo casi que me quedo con las visitas hospitalarias porque en casa me esperaba mi perrita con una úlcera corneal y hemos andado peleando con ella hasta tenerla que operar y aquí la tenemos con gotas cada seis horas y un collar isabelino para un mes (si pongo un circo me crecen los enanos).
         A mis visitas:
         Gracias por venir, por mostrarme vuestra alegría por el nacimiento de Eire y gracias por todos los regalitos. Sé que nos queréis y nosotros a vosotros.
         A los lectores:
         ¿Se nota mucho que mis hormonas andan de tobogán en tobogán?        

         No sé si os he aclarado algo, me da a mí que no... pero en estos temas tan volubles la escala de grises es muy amplia y, en mi caso, no suelo ser muy categórica. 

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