Ni que no lo hubiera escuchado nunca... mira que me
lo han dicho:
—Las
visitas en el hospital se hacen muy cansadas...
Pero
yo, incrédula, decía:
«Pues
yo prefiero en el hospi que en casa, así puedo estar más tranquila en mi hogar sin
tener que pensar en recoger».
¿Me
tengo que comer mis palabras? Quizás sí.
¿Por
qué?
Porque
se me olvidaba cuando imaginaba las visitas en el hospital que yo iba a estar hecha
unos zorros, sin poder moverme, iniciando la lactancia, con grietas en pezones
(con lo que odio esta palabra y últimamente es la que más pronuncio), con la
ingurgitación por todo lo alto y sin poder encontrar momentos para masajearme, sin
duchar, con más sueño que Carracuca (que desconozco porqué tenía tanto sueño
pero me da que algo tendrá que ver), en fin, cansadísima.
Queridos
amigos y familiares que vinisteis, os lo agradezco, no penséis que no. Yo he
hecho lo mismo en otras ocasiones. Agradezco a todo aquel que vino a conocer a
la pequeña Eire, es una alegría, pero mi propósito en este blog es contar aquello
que hace la maternidad tan dura sin pelos en la lengua. Estoy harta de escuchar
que los primeros meses son muy difíciles, pues yo quiero desengranarlos.
Algo
que se me hacía muy violento era sacarme el pecho delante de todas las visitas,
a veces sí que dije que saliesen un momento, pero otras no, por pereza o por no
generar mal rollo. Y otro momento incómodo es cuando la gente se te acerca
cuando le estás dando la teta y le hace carantoñas al bebé... Vamos a ver... si
hasta ese día nunca te había enseñado los cocos, ¿qué ha cambiado? Sigo siendo
Irene, con un bebé, pero Irene, aléjate un poquito que según tengo los cocos te
crees que es la barriguita del bebé y me estás acariciando a mí y está feo.
Insisto
en que cada persona que vino a vernos lo hizo de buena fe y yo disfrutaba de
ver sus caras y de su compañía pero es cierto que estás muy cansada y que lo
que más deseas es estar tranquilita con tu marido y tu hijo para empezar a
ubicarte, ahora me doy cuenta... ¡pues no habré hecho yo visitas al hospital! Aunque he de reconocer que hubo momentos en que nos faltó cantar "Ha venido hasta la abuela en pareoooo".
Cuando
nació Eire a mí me bajaron a la Rea porque mi cesárea era complicada y tardé seis
horas en volver, pues bien, las primeras cuatro horas Eire estuvo piel con piel
con Dimas y de ahí pasó al famoso "de brazo en brazo". Y no termino
de verlo claro, perdonadme, pero que mi hija haya conocido a otros antes que a
mí se me hace un poco triste (esto es cuestión de hormonas, fijo, pero es lo
que ahora siento).
En casa
hemos filtrado las visitas, excepto los primeros días que los abuelos se
turnaban y se pasaban el relevo, (y nos traían tupper que es lo mejor que te
pueden hacer), no ha habido grandes aglomeraciones. Todos están siendo muy
prudentes y nos avisan entendiendo que estamos hasta arriba.
Entonces,
A las futuras
mamás:
No sé
qué deciros, solo que contéis que no vais a estar en pleno rendimiento, pero en
casa tampoco. Ignoro qué es mejor. Yo casi que me quedo con las visitas
hospitalarias porque en casa me esperaba mi perrita con una úlcera corneal y
hemos andado peleando con ella hasta tenerla que operar y aquí la tenemos con
gotas cada seis horas y un collar isabelino para un mes (si pongo un circo me
crecen los enanos).
A mis
visitas:
Gracias
por venir, por mostrarme vuestra alegría por el nacimiento de Eire y gracias
por todos los regalitos. Sé que nos queréis y nosotros a vosotros.
A los
lectores:
¿Se nota mucho que mis hormonas andan
de tobogán en tobogán?
No sé si os he aclarado algo, me da a mí
que no... pero en estos temas tan volubles la escala de grises es muy amplia y,
en mi caso, no suelo ser muy categórica.
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