A estas alturas ya iréis calculando que soy alguien
"giratorio", vamos que le doy muchas vueltas a las cosas, de toda la
vida. Siempre me ha importado el qué dirán (y mira que me da rabia), me afectan
las críticas, las malas caras, hacer esperar a la gente, molestar; cada vez
menos, también hay que decirlo, o por lo menos depende con qué cosas. Ejemplos:
cada vez que nace un nuevo libro mío las paso canutas hasta que llegan las
primeras opiniones pero esa dentro de los cánones de la normalidad (ya sabéis
que el lunes sale mi nueva novela y me espera una semanita de órdago hasta que
alguien me diga que se lo ha leído y le ha gustado) y cuando lees una mala
reseña (que haberlas haylas) se te quedan grabadas como cicatrices con
queloides.
Cuando
tengo que hacer algo que no he practicado nunca lo repaso y repaso antes de
ejecutarlo para que me salga bien o incluso pido que me acompañen. ¿A qué me
refiero? Por ejemplo, años ha, a echar gasolina por primera vez. Algo tan
estúpido como echar gasolina me generaba pavor (y no digo pasar la ITV). Las
primeras veces no iba sola. ¿Qué temía? ¿Que me ardiera el coche? ¿Explotar la
gasolinera? Pues no sé, pero me daba una cosilla que nunca veía el momento y
siempre apuraba para ir acompañada. Con el coche siempre he sido menos valiente
que con otras cosas, me "entarugo" como suelo decir cuando se trata
de mi automóvil. Cambiar ruedas, mirar niveles de aceite o de agua, aparcar en
línea...etc, son aplicaciones que faltan en mi encéfalo, (como la de ver, a la
primera, el fuera de juego, en la repetición sí lo pillo) ¿Y qué tiene esto que ver con Eire? Pues que el otro
día viví otro de esos ratillos de nerviosismo total con mi pequeña y mi coche:
ella y yo solas (yo conduciendo).
Habrá
madres que hayan cogido el coche con sus hijos tan tranquilas, sin darle ni una
vuelta, ¿pero yo? ¡Chica, que nervios! Me temblaba todo, encima cuando iba a
meterla, frente a donde se hallaba estacionado mi coche, estaba parado con su perro
el viejo cotilla que me cae como una patada en todo el trasero y no se cortó ni
un pelo en girarse para observar el espectáculo (se pasa la mañana marujeando
frente a mi casa). Sude la gota gorda (literalmente), que si la sillita, el
cinturón, colocar su espejito para poder verla, rezar para que no me llorara
los veinticinco minutos que duraba el trayecto.
Todo
colocado (el viejo estuvo por aplaudir). Arranqué el motor... ¡Allá vamos peque!
¡Bien! ¡Me acordaba de conducir!
¿Cómo
fue la ida?
Mi
pequeña fue con sus ojitos abiertos tan tranquila, escuchando música y mirando
por la ventana y yo sentí una liberación total. Volví a encontrarme con la
Irene independiente y valiente de hace unos meses (que debía estar oculta entre
los pañales de mi hija). Entendí que podía volver a salir, a quedar, a moverme
por dónde quisiera acompañada de Eire. Me sentí muy bien. Con algo tan tonto
como conducir. Hay que ver lo que se echa de menos la libertad de tu vida
anterior, aunque no cambio a mi peque por nada del mundo (he de aclarar).
¿Cómo
fue la vuelta?
Lloró
hasta hartarse y quedarse afónica. Mi hija, una de cal y una de arena... se
acabaron los sueños de libertad.
¿Y
vosotr@s? ¿Habéis vivido momentos de nervios con vuestros peques con acciones
que antes eran totalmente cotidianas?
Si me
dejan las circunstancias el lunes con motivo de la salida de "Si tiene que
ser" publicaré una entrada en "Soy enfermera y me enfermo cada vez
que lo pienso" con un sorteo de un ejemplar. Por cierto, si vais a
adquirirlo (¿si, verdad?), podéis reservarlo ya (en itunes) y así cuando salga
a la venta sube a los más vendidos y lo ve más gente (me acabo de enterar de
este truco y como sé que me queréis echar un cable os lo comento).
https://itunes.apple.com/mx/book/si-tiene-que-ser/id1154488113?mt=11
Besitos
y no os olvidéis de comentar cosas que os dieron cosilla con vuestros peques.
Igual que tu, me daba pavor conducir sola con mi peque. Lo malo es q yo vivo en un pueblo muy pequeño, que todos los servicios que tiene, es un bar y una iglesia.... con lo que tengo que coger el coche para TODO. Tampoco hay transporte público. Además tenía que llevar el coche de mi marido, que lo odio xq es enorme, pero en mi Ibiza no podía llevar al niño en el asiento de copi, xq no se puede quitar el airbag. Resumiendo, en los dos meses primeros de Laro, salí muuuuuy poco, luego ya me las ingenié para poder meter el armazón del maxicoxi en el ibiza (pa verme) y el niño aprendió a q si lloraba, mamá ponía la música más alta....
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